Las selvas en galería y el futuro incierto de “el árbol”

Las selvas en galería y el futuro incierto de “el árbol”

En el Chaco las selvas son dinámicas ya que se desarrollan y mueren según el comportamiento del Bermejo. Pero hay un árbol que ha logrado adaptarse: el algarrobo. Por qué su conservación es clave.

El Chaco, esa gran planicie que se extiende en el centro norte de la Argentina, está cubierto por un bosque denso cuya composición de especies va cambiando de acuerdo a la cantidad de lluvia que recibe. En la zona de las sierras centrales recibe menos de 500 milímetros anuales y cerca del río Paraná, más de 1.200, diferencia que permite distintas especies de quebrachos y otros acompañantes adaptados a esa sequía o humedad extrema.  

El nombre de El Impenetrable hace referencia a la falta de agua y a la densidad de bosques, mayormente espinosos y de crecimiento lento, que impiden el paso. La enorme extensión del Chaco Seco entre las grandes áreas pobladas le valió el nombre de “desierto” en tiempos de la conquista, por su dificultad para ser atravesado.

Ese extenso “desierto impenetrable” parece revivir cuando en verano las aguas del río Bermejo desbordan de su cauce, bañando los alrededores, y grandes cantidades de agua, cargadas de sedimentos finos y de vegetación, llegan hasta el río Paraguay. El Bermejo, que anualmente crece hasta siete metros en la zona del Parque Nacional El Impenetrable, conecta las selvas yungueñas con las selvas en galería del río Paraguay. Este angosto “corredor húmedo” posibilita el desplazamiento de especies selváticas hacia el interior del continente.

Estas selvas, tan dinámicas como el mismo río, se desarrollan y mueren en función de la humedad errática del cauce. Pero hay un árbol que ha logrado adaptarse para subsistir ante la falta de agua superficial. Ese árbol es el algarrobo, “el árbol” para los lugareños, ya que a todo el resto de las especies las denominan “palos”.  Una vez que logra establecerse cerca de las antiguas barrancas de los ríos, desarrolla extensas raíces que penetran la tierra hasta alcanzar las napas profundas donde se acumula el agua y que lo sostienen por centenares de años. 

El algarrobo blanco es un árbol de gran porte, de flor perfumada y semillas reunidas en chauchas; es una leguminosa cuyos frutos nutritivos y dulces son apetecibles para todos los seres del monte. En épocas secas, cuando escasean los pastos, los herbívoros suelen subsistir gracias a ellos y los pobladores tuestan las chauchas y las muelen para hacer harina. En verano, bajo su densa sombra, todos descansan cuando las temperaturas superan los cuarenta grados centígrados.

Lamentablemente, el algarrobo entró al mercado en los años ochenta como una madera dura pero fácil de trabajar y que no necesita secado para transformarse en muebles y aberturas. Además, tiene un precio diferencial para postes de alambrados en campos donde se requiere de cercas con alta resistencia al fuego y que no se pudre frente a inundaciones.

Los pobladores locales, que son principalmente ganaderos, se ven tentados a “vender” los algarrobos de sus predios para obtener un ingreso rápido, indispensable para realizar mejoras en el manejo ganadero en sus áreas de pastoreo. Pero esta decisión siempre resulta en una pérdida a largo plazo porque sin “el árbol”, tarde o temprano el ganado no tendrá forma de engordar. Las chauchas representan, para estos ganaderos de subsistencia, el suplemento alimenticio para los animales domésticos cuando los pastos desaparecen.  

La ganadería extensiva depende de los ambientes abiertos que genera el río y de los algarrobales vinculados a esos valles húmedos. Esas zonas han sido pobladas por criollos que, a pesar de las dificultades que hoy presenta la ruralidad en Argentina, siguen viviendo allí por su apego a la cultura ganadera. La extracción de algarrobos solo es posible si los pobladores autorizan a los madereros para que entren a cortar y extraer la madera en esas tierras que les fueron adjudicadas por el gobierno. El beneficio que obtienen a cambio son unos pocos ingresos para comprar alambre, mejorar los corrales y tal vez pagar por unas horas a una excavadora para ampliar la aguada de las vacas.  

La demanda del mercado de un mueble de algarrobo o un poste de madera dura es cada vez más agresiva, pero el poblador o dueño de los predios con monte podría ayudar a preservar “al árbol” (y con él a todo el bosque) si se le acercaran opciones económicas que lo estimulen a conservar al algarrobo en pie.  

La fiscalización, por parte de las Direcciones de Bosques, no ha logrado detener el desmonte: la escasa capacidad operativa para controlar el tránsito y el corte de madera se suma a un sistema corrompido por las “coimas” y el lobby de la industria. 

El algarrobo, especie de interés provincial para el aprovechamiento sostenible de la chaucha de algarroba

La declaración de “especie de interés provincial” del algarrobo, en la zona vecina al Parque Nacional El Impenetrable, implicaría un cambio innovador de la economía regional.  En vez de autorizar la extracción maderera del árbol, que suele implicar un mínimo ingreso por única vez para el vecino, se promovería su protección en un área de 50.000 hectáreas en torno al parque y la cosecha comunitaria para la producción de harina de algarroba. 

Una vez cosechada la chaucha manualmente, el proceso de valor agregado implica tostarla, molerla y envasarla en origen. El proceso es accesible para cualquier vecino, lo que representa una verdadera alternativa laboral  para más de  600 familias que actualmente tienen algarrobos en sus parajes. Además, al generar un producto con marca de origen con potencial de alta demanda, en pocos años se fomentaría la plantación de nuevos ejemplares, que en menos de 10 años podrían estar dando frutos.

Es interés del Gobierno promover estas economías regenerativas, que incluso podrían ser certificadas como acciones para aumentar la captura de carbono, y eventualmente conseguir la certificación para ingresar a nuevos mercados de sostenibilidad.

Un destino turístico, que además cuente con un producto de origen, como la producción de harina que es de alto impacto cultural y natural, permite generar eventos especiales. La primera semana de diciembre podría instituirse como “la semana de la algarroba” (como la semana de la vendimia en Mendoza), donde los visitantes participen de las actividades de cosecha, molienda y degustación de productos como alfajores, budines, aloja, y muchas otras recetas típicas.

Fotógrafías: Miranda Volpe, Natalia Trzcina, Lucho Garay

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